domingo, 27 de marzo de 2011

Norrealismo

Que maldito problema tienen contra nosotros esa gente de traje que habla con sus familias de nosotros como si fuéramos ladrones y mentirosos.
Que carajos les pasa a esos idiotas humanistas que nos acusan de no creer en nada
E inclusive los libertinos nos miran como si envenenáramos su trabajo.

Somos perdedores y en algún momento lo hemos aceptado con todos ellos. Pero no parece importarles, ellos quieren atragantar sus egos con lamentos de arrepentimiento. Ni siquiera nos ayudarían si de milagro lograr en nosotros tal cometido.

No ofendemos a nadie, ni los lastimamos, tan solo buscamos perder ¿Que tiene de malo eso? Es algo que decidimos, algo que nos gusta hacer ilustrándolo en alguna esquina drogados o en algún desierto muriendo de hambre siendo comido por gusanos mas ganadores que tu.

Es por eso que emprendemos el viaje a la tierra prometida tomando con nuestras manos el arma asesina que nos hará retractarnos de la única victoria nuestra: El nacer.

Pero es nuestra alma perdedora lo que nos hace fallar y matar al ganador burlón, al perdedor más perdedor, el perdedor menos perdedor y el perdedor como tú... Al árbol dador de vida, y al caracol emblema de muerte.

Cuando es la victoria algo casi cantado para el perdedor deja de serlo, pero al siguiente instante cae muerto por otro perdedor.

Así los arboles son ahorcados y los caracoles mueren en sus huevos, antes de nacer... Perdiendo ante la vida.

Las casas pierden y se desmoronan y las habitaciones que se levantan victoriosas caen con el tornado que instantáneamente se disipa por la victoriosa casualidad.

Las mujeres son violadas por caracoles y cuándos estos están por tener un orgasmo la mujer se adelanta perdiendo la competencia sexual.

El universo... Se vuelve entonces nuestro paraíso de perdedores pues es en el caos donde son mejor recibidos.
                                                                                                     Freaknik

viernes, 11 de marzo de 2011

Sueño frecuente

…y fue entonces cuando se oyó el primer disparo. La policía cerró el perímetro conteniendo a la multitud en una trampa mortífera, ahora tenían su pretexto para comenzar con la emboscada. -Estabas ahí, ¿no lo recuerdas? Nadie se percato de su presencia y ahora salían miles de las grietas para arrasar con todo. En un abrir y cerrar de ojos las balas empezaron a pasar como moscas, como besos, indefensa la gente empezó a ser golpeada, a cada lado botas de policía aplastaban incesantemente los rostros de miles de bultos de lo que parecía habían sido niños. No había dirección a la cual escapar, ni siquiera en donde ocultarse, ningún medio de comunicación que cubriera la nota, solo estabas tú de frente a los granaderos, lo que tornó incierto y difuso al panorama. Solo se podía ver la forma en que se devastaba al gentío, cayendo como si de peones en un juego de ajedrez se tratase, consumiéndolos.
Poco a poco los escudos que se empapaban de color rojo inocente te alcanzaron y en el momento que  soltaron el gas y las bombas empezaron a caer, cubriéndo lo visible con una ráfaga de caos, tropezaste con seres, con pedazos de seres, tratando de salir de ese estruendo de muerte que carcomía la realidad, encontrando solo fuego y una macana despedazándote las cotillas. En aquel último instante meditaste en cual era la clase de abismo interno que nos separaba del tártaro que son los demás, cuando la sonrisa de dientes negros que era la matanza cubrió tus intestinos. Agonizando en el medio del paseo público, gotas de sangre envolvieron el blanco del cielo…

Sobresaltado Tiresias despertó, sintiéndose desosegado y por el momento confundido, había olvidado donde se encontraba. Salió de la recamara y entró al cuarto de baño, como cada mañana, para verificar que su pelo, sus uñas y sus pies se mantuvieran al margen de sus condiciones usuales, ya que por un instante las consideró perdidas. Sacó la cabeza por la ventana de la ducha solo para percibir que hacia un día soleado, con tanto viento que propicio el encallar de la basura en las esquinas de la calle, lo que hizo del ambiente algo irreal, con la sensación de estar suspendido en una ilusión.
De acuerdo a como su cotidianidad lo permitía, regresando cual si fuese de un resorte desgastado a su contexto, perennemente pensando en renunciar del mismo cuando tomaba conciencia, disolviendo la situación en que se hallaba con bilis; el ansia de abandonar lo inviolado que lo posesionaba como cada despertar, el deseo de tomar la navaja automática y terminar de pagar la pensión del cuarto logrando sacar todo el capital que mantenía guardado en las venas del cuello, la sangre de sus ilusiones dilapidadas, lo único que le pertenecía. Esa idea de suicidio instintivo era lo que lo mantenía en el escenario reinante de incoherencia que era su vida. Al final expresando un “no” recapacitaba que debía permanecer con aliento. Dispuesto a salir para tomar el transporte público finalizó de lavar sus dientes.
De regreso al cuarto abrochó su camisa, enderezó la corbata y acomodó la ya algo desgastada chaqueta amarilla, tomando un paquete de cigarrillos a medio terminar y un encendedor, los cuales metió en su bolsillo. El hombre de la nómina del trabajo no pagó en muchas ocasiones, dejando lo indispensable para trasladarse a la ciudad.
málchicom