domingo, 1 de mayo de 2011

Vestida de estallido

Alcanzando las marejadas de gente se dirigió a la entrada del Metro, descendiendo por grandes escaleras eléctricas, sintiéndose como si estuviera cautivo, impresión que se reforzó cuando compro el boleto que serviría como su código de identificación (número de presidiario 24601) para deslizarse a través de los pasillos en dirección a los andenes, navegando por el laberinto de anuncios y telarañas, lo que lo llevaría de vuelta a las raíces de la oscuridad que crecen bajo el concreto, alimentando el sueño resquebrajado de la ciudad. Por fin, dentro de éste, Tiresias continuó deambulando entre vagón y vagón, recopilando susurros que emanaban las cabezas y bocas del imaginario colectivo, en el que se alojaban ilusiones minadas, estimando cuan tenebrosa vuelve la noche artificial de los túneles a las formas, ese montón de vapores ahora tan inocentes que se amontonan en la superficie de su vigilia cuando, estando dormido, se mezclaran dentro del espejismo de su mente y le mostraran algún augurio fatídico, ese humo de desgracia que por la madrugada le forzaba a toser y escupir pedazos del destino. Empapándose del maquinal ensueño que necesita de la fantasía para realizarse, como quien necesita del comer cada día, tropezó (entorpecido en parte por su andar embriagado) con ella.


Estaba ahí, estremeciendo el ritmo, vestida de estallido, de trueno, una explosión translúcida entre aquella multitud de rostros de peón; una reina blanca fraguándote el jaque a ti, que te encuentras atrapado en la torre que es tu soledad. Fue desmedido el ardor en la que una ilusión se dibujaba en tu interior, que de inmediato supiste que nunca amarías a nadie como lo harías con ella que, al advertir tu mirada enardecida, volteó y te devolvió una sonrisa tan franca como simpático era su semblante. Esos ojos tan joviales, tan llenos de lo que promete convertirse en una existencia optimista, encarnaron el amor que nunca creíste sentir, aun en lo que fueron las más impetuosas fantasías, fuiste golpeado por la fuerza de todos tus orgasmos frustrados cuando su piel te acarició en las pupilas...


En aquel momento Tiresias despertó de la música soporífera que había sido su vida y resolvió seguir el impulso fanático de abandonar lo fehaciente cuando vio que las puertas se abrieron y ella bajo del gusano de metal hacia un destino incierto. Cuando intentó hacer tangible esa piel blanquísima y pecosa del rostro de aquel espíritu lunar, de femeninos acentos orientales, aspirando establecer algún tipo de comunicación, ella echo a correr como si se tratara de un juego donde él gozara en atraparla, andando sin importar demasiado en abatirse sobre la multitud. Así Tiresias emprendió la carrera para alcanzarla, que después de recorrer varios pasadizos atestados la encontró cruzando el umbral de la salida, que dado por el ajetreo de ir en contra de la corriente no sabía en cual calle se localizaba, se estrellaba de frente con algún paraje anónimo.


Descubriéndose incomprensiblemente arrastrado por lo oculto, fue cubierto por el voltaje azul del cielo que se escurría entre un desfile de banderas multicolor y estructuras de globos, un carnaval delirante había tomado por asalto las avenidas…
málchicom

No hay comentarios:

Publicar un comentario