domingo, 17 de abril de 2011

El tedio cotidiano

Con el gesto aun vacilante, miraste de reojo la navaja automática, rumiando la idea de sacar los “ahorros” viscerales y comprar la calma rezagada que al fin te eximiría de compromisos ilusorios, lo que sin poder entender se te antojó como la idea más sensata de lo que vendría siendo ese luminoso día…
Tiresias caminó el trayecto desde el apartamento a la parada del bus pasando entre casas y techos derruidos con una sensación latente de sentirse dentro de una maqueta absurda. Palpando el cambio que tenía en su bolsillo izquierdo se dispuso a fumar un cigarro, como de costumbre, antes de atravesar los montículos de polvo, algo removidos por el vendaval, de lo que se supone deberían ser calles, todavía sin pavimentar de los límites de los suburbios. Había dos perros fornicando bajo un poste de luz donde, hacia una semana, un autobús le había atropellado, montado en bicicleta, con la suerte de salir disparado antes de terminar aplastado como la bici y el día de hoy llegaría a la ciudad tomando el mismo tipo de vehículo que detestaba, el cual pretende acabar de tragarle por completo, sin dejar la posibilidad de tomar otra ruta para cambiar la nefasta rutina del trabajo, sin la oportunidad de estrangular los hábitos.
Rematando la colilla del cigarro llegó a la parada del camión, tratando de mentalizarse para el bizarro ritual de tomar el transporte, donde la gente pronto empezó a apretar (incluso al grado de hacerlo sofocar) hasta que consiguió acomodarse en un pequeño hueco con vista a una ventanilla. El panorama que se conseguía percibir era el de fachadas de edificaciones, tapizadas con propaganda electoral del padre de familia que lapidó a la mujer que abortó, y uno que otro graffiti temerario actuando de manera progresista con la miseria ancestral, -de la cual te sientes identificado, sin embargo no ocasiona ningún sentimiento de cercanía la publicidad política a lo que es tu sombra, cuando recuerdas que quizás nunca procuraste contar con una familia genuina, o por lo mismo, si alguna vez disfrutaste algún acercamiento intimo con un familiar éste se había borrado de la memoria sensorial que nunca intentaste conservar… ya que con el tiempo, los días cada vez más se transforman en años y con esto, te volviste tan viejo que desde muy joven supiste que todos los conocidos alrededor tuyo habían muerto. Una vez más nunca postularían a alguien como tú, pensaste. Ese feto flácido que pareciera ser tu mente lo depositaron en aquel manicomio, que se agita tan rápido consiguiendo aplastarlo contra la incertidumbre. 
Como van transcurriendo las paradas el vehículo se empieza a vaciar dejando vía libre para ocupar algún asiento, a lo que Tiresias toma lugar a lado de un señor, el cual, apaciblemente pasa las hojas de un periódico, con las mismas noticias que departen notas musicales de violencia y guerra a la melodía contemporánea, -lo que concibes interiormente a manera de presagios funestos, mensajes codificados que no dicen nada en sí, fragmentos de oráculos sobrecogedores que el televisor, los medios y la manipulación mediática ha envenenado y viciado...
Llegando al paradero central Tiresias descendió junto con las personas que quedaron, las cuales atravesaron la calle con paso insolente, pero caminando con letargo, con movimiento inconsciente como si fuesen pájaros; gente intangible con ojos llenos de cólera e indiferencia, con atisbos de violencia añeja, cruzando cantidad indefinida de calles y avenidas hasta convertirse en sombras difusas que se pierden en la monotonía del ritmo urbano, alejándose de el.
málchicom

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