sábado, 18 de junio de 2011

Mi caida en tu mirar

Sus ojos me miraban con ira, como mar que se mece con tristeza pues no quiere ver que se ha secado, con grandes olas con espuma de recuerdos, y el inmundo viejo me miró largo rato, pensando si de verdad me veía, si era yo y era él en un espejo, que al cabo da lo mismo,  y le ayude a cargar su peso, el peso de su vida que al final se hace ligero pues no es más que sombra, de cansancio.

Viejo tonto, me miraba insolente, me retaba, me dirigía ataques y ladridos, pero bien sabía que no se podía luchar más, da tristeza pensar en una imagen así, su antes poderoso viento no soplaba, la fuerza de su furia no era tan grande como la pena que me daba verlo, el azul de sus ojos no cabía en el mar, y su mar no cabía en el cielo, no en el que yo crecí, que es azul por reflejo y no por regalo, que es grande porque nos da miedo soñar al verlo, y él  añoraba, lo seguía con fuerza, y  los recuerdos que todavía no se le iban, los retenía, y los saboreaba, en la punta de su lengua, donde estaba su niñez, miraba sus paletas, su casa frente al sol, y los gemidos de su perro, el albondigón de mamá, y el olor de lavanda seca en el pantalón, y tan sólo se sentó, creyendo que sentado el golpe duele menos, que las esquinas son menos filosas.

En el chirrido del colchón, el hueco de la cama que por años lo vio dormir se alegró de llenarse hoy, en Junio que duele menos, pero extiende más, la vacilante sabana, que lo cobijaba para siempre, se hacía madeja, lo acurrucaba, y él me miraba de rabo, con ternura de caballo, yo no soporte de frente, me perdía en la travesía de su soledad, así era su mirar, y por ningún motivo la bajó, me ganaba terreno, en mí terreno, no me dejo reírme, quise, y tuve que voltear, pero así no sabe, no le des espaldas a quien te derrota, inquebrantable hasta el final, y que mediocre intento por seguir, y en sus ventanas sus bonitas plantas vestidas de gris, con escarcha fina de polvo de verano, se abrazaban, se deshojaban, y por momentos se reían también, pero yo no juzgo, le ayudaban a caer, le invitaban al siguiente paso, pero no cedía, maldito viejo necio, el mar lo abandono, se fue de su playa, y su cielo se junto en tierra seca, para no hacer horizonte, porque estos son los que engendran fantasía, nos llenamos de gozo frente a uno, imaginando que algún día lo alcanzaremos.

Ya sus ojos no iban, se detenían  a ver que se podían llevar que su mirar también era camino, su cuerpo se juntaba hacia mí, cada vez un poco más, sentí el frío de su alegría seca, porque entonces preguntó por el tiempo, y yo no quise responder, es más divertido si lo piensas, y mi silencio fue mi único discurso, pensé que lloraría, pero no, simplemente calló, pensé que rogaría, al final todos lo hacen, al final todos son cobardes, pero seguía, tan sólo, mirando, como al principio, cuando me vio entrar por la puerta, tan solo sonrió, tan pronto?, y sonreí yo también y terminó su té, que cosa tan repugnante son los hombres, que disfrutan su vida ya más cerca del final, viejo abrazo de guitarra, nueva saliva a  su pipa, con cariño de felinos, acaricio su puerta, ningún recuerdo de mujeres ni de amores porque esos son los que más pesan, no, hoy no se lleva nada, tal vez si hubiera sido ayer...

Sacudió el sombrero, el sol quemaba fuerte, y mariposeaban afuera los que tenían vida, flotaban, se aferraban, hasta el sol ha de morir, pero hoy solo él, que camine solo, así como llegó, lo miré, ahora fui yo, que siempre gano, y vi gozante mi premio, porque, por fin cerró los ojos, y sentí tibieza en su mano, va a tardar en enfriarse, el calor va a durar,  me acosté a su lado, quise verlo caer y sentirlo elevarse, también mire hacia arriba, luego lo alcanzo, pensé, su cama aún esta tibia; ahora necesito dormir.

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